domingo, 17 de marzo de 2013

RADIOGRAFÍA PRIMERA DE MI ALMA
(...) Ahora resulta que la cobarde soy yo...
Y no sólo eso; en mis procesos automáticos, causados por adicciones emocionales que me quedan de lo vivido, soy capaz de herir.

(...) Tengo claro que mi soledad no es una imposición, sino más bien una decisión, pero por otra parte pienso en la niña que fui antaño y que soñaba con un amor que no sentía recibir; no siempre porque no se lo dieran, sino porque no lo percibía; y en la adolescente que seguía teniendo exactamente el mismo sueño que la nena; y en la "llama apasionada" que fui hasta que Pedro murió, y me abrió los ojos a un mundo totalmente nuevo, en el que las cosas cotidianas pasaron de ser trivialidades a ser alimento para el espíritu, en el que estar enfadada con lo que yo creía injusto sólo me hacía más infeliz; y también recuerdo los pensamientos de aquella joven que soñaba encontrar a alguien que no sólo la comprendiese y respetase, sino que además tuviese la valentía de quererla, de aceptarla tal cual es, y la valentía también de hablar siempre con honestidad y respeto.

Por otra parte, me quiebro la cabeza preguntándome si me "asusta" amar, para encontrar el maldito receptor que se instauró en mi neurona, o en mis células, y me hizo repetir una y otra vez las mismas conductas negativas, convirtiéndolas así en hábitos, y los hábitos en adicciones emocionales, que detonan algunos comportamientos automáticos autodestructivos, que terminan por herir justamente, y de forma muy injusta a la par, a los que me son más queridos; y me cuestiono también, si en ciertas ocasiones me mutilo a mí misma, en lo que a vivir las emociones se refiere; que no por ello hablo sólo de las positivas.

Así que, en esos procesos de autocrítica ando, amiga mía, perdida en las profundidades y abismos de mi ser, para restablecer la paz interior que tan necesaria me es para permanecer serena y tranquila, y con las pasiones controladas; para que el instinto no pueda a la razón, para que la emoción me movilice, sí, pero sea la razón la que me guíe.

Nada quiero hacer de lo que no esté convencida, sin embargo, ya tomé una decisión, que tampoco es la que quiero del todo, creo, pero es la que me obligo a tomar, por mi necesidad de espacio y tiempo para recapacitar, para reprogramar mis conductas.

Bien sé que el mejor método sería aprender practicando, pero en ese proceso, el riesgo de herir a otro me pesa más que mi "sanación," porque hiriéndome es como me han decepcionado a mí otras personas, y yo no quiero decepcionar a los que amo, sino hacerlos felices y nutrir sus vidas con positividad y con amor, no con feos desplantes o palabras necias e hirientes que sólo parten de los residuos de mi memoria y de mi alma; de heridas de un tiempo que no es hoy, ahora, este momento; de emociones que no parten del corazón, si no del recuerdo y del mal hábito.

Es difícil hacer entender a otro lo que está bajo este pellejo, que es tan sólo mío, pues pese a que todos estamos hechos de lo mismo, aprendemos de formas muy diferentes.

Sólo yo tengo el poder para cambiar lo que hay debajo de mi piel. Estoy sola en esto, en la aventura de entenderse uno mismo, aunque es cierto que se recibe mucha ayuda externa cuando te ves a través de los ojos de otro; cuando ese espejo te muestra todo el trabajo que aún te queda pendiente.
A veces incluso desalienta un poco verlo, y uno entra en esa rueda de autocompasión y victimismo de la que es tan difícil salir, sobre todo cuando vienes dañado de base.
Pero como dice una muy buena amiga, nada es irreversible.

Así pues, el tema es no hacer de ello algo "impepinable" y tomar conciencia de que se puede cambiar; el cómo hacerlo es otra historia, pero saber que se puede lograr debería motivarme lo suficiente como para intentarlo, y saber que además va en beneficio de mi salud emocional me obliga a llevarlo a buen término; más aún, si debo empezar por quererme y respetarme a mí misma, y no causarme daño.

Lo que de ningún modo puedo saber es el tiempo que me llevará, igual que no sé el tiempo que me haría falta para corregir una palabra que llevase 30 años diciendo mal. Pero el hecho de ser capaz de ver esa palabra incorrecta es un paso para eliminarla del vocabulario de uno.

Supongo que debo empezar por entender que los demás no me juzgan, sólo opinan. Que la etiqueta que otro pueda ponerme no ha de resultarme ofensiva o absolutamente verdadera, sino una mera opinión sobre una determinada actitud que estoy teniendo, pero no sobre toda mi persona, pues ese juicio de valor sólo me corresponde a mí, porque soy yo la que sabe qué cosas me duelen, me enfadan, me apasionan...
Debo tomar esa opinión y analizarla, junto con las de otros y con las mías propias, como una crítica constructiva para crecer y mejorar, no como un reproche o un juicio.

Cierto es también que no soy todo lo que quiero ser, o que no siempre lo soy, pues en ocasiones salta el piloto automático y dejo de ser yo, o quien yo quiero ser. Nos pasa a todos, de distinta forma, en diferentes sectores, pero nos pasa a todos. Aunque la importancia no reside en si nos pasa al total de la humanidad o no, si no en si nos damos cuenta de lo que nos pasa. Para poder acceder a semejante información tenemos que escucharnos, a nosotros mismos sobre todo, pero también a los demás. Yo llevaba mucho tiempo ya sin escucharme, y probablemente también sin escuchar.
Es por eso que en este mismo instante no sólo lo pongo en práctica, sino que además me escribo, para poder releer más tarde lo que me quiero decir, porque pese a que los libros puedan darme el conocimiento de por qué puedo sentirme así o asá, sólo yo misma puedo darme toda la información, en lo que a mis "vísceras" atañe.

Lo escribo y lo publico, aún a riesgo de desnudar mi alma ante cualquier desconocido, porque tengo la conciencia de que estoy hecha de lo mismo que tú, que ahora me lees, y que tal vez te encuentres en el mismo laberinto de preguntas y sensaciones con las que me debato yo esta noche, o en cuestiones y emociones parecidas.

Tal vez leerme no te aclare nada, pero seguro que te reconforta el saber que hay otro más como tú, que también se enfrenta a dolores y sinsabores del alma, y que también se siente medio perdido y muy ignorante; pues el saber que uno no está solo en lo que piensa y siente, supongo que en cierto modo reconforta y reafirma.

¡Qué cosas! Quizá entonces no estamos tan solos como creía...
De hecho si lo pienso bien, estamos aprendiendo juntos, pese a que los ritmos sean distintos, aprendemos juntos, unos de otros, por eso es tan importante mantenerse consciente y no dejar que salte el automático.

Esa es nuestra responsabilidad para con los demás, mantenernos despiertos, abrir nuestros propios ojos. Porque no podemos cambiar el mundo, ni rompernos sólos la crisma contra un muro que únicamente podría derribarse si todos nos quebrásemos la testa contra él; pero sí podemos cambiarnos a nosotros mismos, crecer y mejorar, y al hacerlo, sin darnos cuenta, también crecerá nuestro entorno, las personas que forman parte de él, y así, las personas que forman parte del alrededor de las personas que foman nuestro entorno...

¿En mi modesta opinión? Creo que sólo así se puede cambiar el mundo... Empezando por uno mismo. Despertando, siendo consciente, consciente de quién quiero ser y de qué es lo que quiero dar a otro. Que bien podría ser yo, pues todos somos parte del mismo TODO.

Voy a ver si lo consigo. XD

No hay comentarios:

Publicar un comentario