domingo, 17 de marzo de 2013

Papá hoy me pidió que invente una historia, y que la cuente como si fuera real.

No tengo idea de lo que de acá saldrá, pues mi pensamiento es dejarme llevar, escribir sin más, sin pensar y a ver qué es lo que sale.

Será difícil porque tengo que integrar a un mono que me pedía bananas en otro de mis cuentos, que algunos de ustedes conocerán y otros no. Lo de que parezca real ya va a ser otra historia, puesto que me dispongo a escribir un cuento, aunque tal vez haya algo de verdad en él... Eso lo sabrán los que me conocen bien.

Así es que sin más dilación vamos a ponernos manos a la obra.


  • UNA BREVE HISTORIA DE SAUCE.

Sauce era un ser lunar, un ser de esos de los que sólo hay un uno por ciento sobre la faz de la Tierra. Era una niña perdida, perdida de sí misma, de su camino, de su propio ser, pero no cejaba en el intento de buscarse y encontrarse, así es que un buen día decidió emprender un viaje.
Se agarró poca cosa de valija, sólo algo de pan y fruta y agua para el camino, y algo de abrigo por si tenía frío. Más nada, pues esperaba encontrar lo que necesitase para sustentarse sobre la marcha.


Empezó a caminar su senda muy ilusionada, pues era un ser que disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida, aunque también solía desmotivarse a menudo cuando las cosas no le salían como ella esperaba.

A Sauce la hacía feliz hasta el viento, un pájaro cantando en una rama, los rayos del sol y los colores de la madre Naturaleza, pero también había muchas cosas que la entristecían profundamente. Se deleitaba mirándolo todo como quien lo descubre por vez primera, con los ojitos del alma bien abiertos, como si fuera el dos de oros, pero a veces, sin darse cuenta su mundo de colores se desvanecía y aparecía vestido de gris y de melancolía.
En su largo caminar por valles y montañas un buen día llegó a un bosque. Era un bosque oscuro y profundo, de esos que salen en los cuentos de miedo, de esos en los que uno no se adentraría ni siquiera siendo un valiente.

A aquel siniestro lugar los aldeanos de un pueblo cercano lo llamaban el Bosque de los Lamentos. Sus árboles eran tan altos que apenas dejaban pasar la luz, y sus ramas tan retorcidas y peladas que parecían vivir sufriendo la carga de mil años de lágrimas y tristezas.

A Sauce le habían dicho que en aquel lugar vivía la Dama de los Mil y un Nombres. Era conocida así, porque cada ser que lograba encontrarla le otorgaba un nombre distinto.
La niña camina por un sendero tortuoso, lleno de guijarros que se le clavaban en los zapatos, y de zarzas que al paso le salían para arañarle los brazos y la carita. Se le antojaba tan feo aquel camino que Sauce andaba triste y cabizbaja, pensando que Dama tan milagrosa como las historias contaban, no podía vivir en un lugar tan oscuro y falto de colores.
Desesperada y frustrada decidió pararse a los pies de un roble a tomar aliento y tratar de orientarse en aquella espesura, pues cada vez se encontraba más y más perdida.
De prontó oyó una voz que le hablaba desde lo alto del árbol. Para su sorpresa entre las ramas vió a un monito que le preguntaba si tenía algo de fruta.

- LLevo un par de platanitos, si quieres los compartimos - le dijo Sauce al monito - ¿Cómo te llamas? - preguntó la niña.

- Preguntas - le respondió el mono.- Me llamo Preguntas del Alma. ¿Y tú? -

- Mi nombre es Sauce - respondió la niña. - ¿Qué haces aquí tan solito? ¿Dónde están tu familia o amigos? - le dijo.


El monito le explicó a Sauce que no vivía solo, pero que en ese momento lo estaba porque así es como debía ser; que no sintiera pena por él porque a menudo pasaban viajeros y lo acompañaban un ratito, y que además tenía una linda familia que lo quería mucho y a los que él también amaba.

Sauce y Preguntas estuvieron mucho rato conversando. No voy a contaros lo que se dijeron, porque lo que hablaron largo y tendido debe quedar entre ellos, pero sí os diré que Preguntas le explicó a la niña que era cierto que la Dama de los Mil y un Nombres vivía en aquel bosque, y que estuviese tranquila porque se encontrarían.

Cuando terminaron de hablar, la niña se despidió con un abrazo del monito y le dió las gracias por aquel rato y la conversación, y por haberle dado ánimos para continuar su viaje y por todos los sabios consejos que Preguntas le ofreció.

Emprendió de vuelta el camino, con algo más de ilusión, en busca de la Dama.

Sauce iba tan concentrada en la plática que había tenido con Preguntas que no se dió ni cuenta que los guijarros y las zarzas cada vez salían menos a su encuentro. El sendero se fue suavizando hasta que de repente terminó en un claro.

En el claro había una pequeña cabañita que parecía deshabitada colgada arriba de un árbol, y al pie de éste se extendía un gran lago de aguas oscuras y frías.

De repente Sauce se asutó mucho, pues vió salir del agua un ser extraño más negro que la más cerrada de las noches de invierno.

- Sauce... No tengas miedo - le dijo aquel ser misterioso. - Se que me andabas buscando y salí a tu encuentro. -

- No, no, no - le respondió la niña muy asustada. - Yo no te busco a tí, busco a la Dama de los Mil y un Nombres y ella es cálida y de colores, y tú eres frío y oscuro. -

- No Sauce, no me estás mirando, no me está viendo - le dijo aquella criatura extraña. - Has estado caminando mucho tiempo por el Bosque de los Lamentos y te has olvidado de mirar con los ojos del alma, niña... Trata de abrirlos de nuevo, confía en tí, confía en tu capacidad de ver; aparta el miedo, la sombra y la tristeza; suelta tu dolor y tu desánimo, y podrás ver de nuevo las cosas tal cual son.
-

La niña estaba tan aturdida y conmocionada que casi quería salir corriendo, pero en vez de eso cerró sus ojos muy fuerte, respiró hondo varias veces para calmarse y los abrió de nuevo.
Cuando hizo esto quedó extasiada de lo que tenía delante... El Bosque no era un lugar oscuro sino verde y frondoso, lleno de luz y de colores; el lago era azul y cristalino y lo rodeaba una vereda de rosas azules, rojas, blancas, rosas, amarillas... De tonos que jamás habría siquiera imaginado, y aquel ser tenebroso que había salido del agua irradiaba tan hermosa luz que casi hasta hacía daño mirarlo.
Una vez sus ojos se acostumbraron a toda aquella intesidad luminosa vió el rostro más hermoso que jamás había contemplado.

- Oooohhhh, Nana, no sabía que eras tan bonita... Pareces la Dama de los Elfos de los cuentos que leo antes de dormirme, pero eres mucho más hermosa de lo que yo imaginaba.-

- Niña, caminaste mucho tiempo a oscuras, y no sólo por el Bosque de los Lamentos. Vienes a mí porque estás perdida, ¿verdad? -

- Sí - respondió Sauce. - No soy capaz de encontrarme, Nana, por más que busco, no lo consigo. -

- Sauce, ¿eso es lo que crees? Ay, mi niña inocente, eso es porque te buscas afuera, en vez de mirar adentro. Eso te ocurre porque no te escuchas, porque no te preguntas a tí misma quién eres, sino que te quedas sólo con las respuestas de otra gente. Y está bien escuchar a los otros pero también tienes que escuchar tu vocecita interior, mi dulce niña, porque ella es la que más te hará saber de tí.

Adentro llevas una niña chiquita a la que debes proteger y cuidar, a la que debes tratar con mimo, pero no tienes que dejar que sus miedos te asusten. Tendrás que calmarla cuando los temores la asalten, y tendrás que consolarla cuando llore o sufra, y hacerle ver el lado positivo y bello de las cosas. Y ella a cambio, cuando esté calmada y sosegada te regalará su amistad, y te enseñará a ver las cosas de nuevo con la mirada de los niños, con esa que sorprende y te llena de éxtasis e ilusión.
Pero cuidado, pues ahí tendrás que volver a serenar a la niña, porque los niños tienden a sentir todo en el extremo de la emoción, tanto para la alegría como para la tristeza, y debes hacerla entrar en equilibrio cada vez que esto ocurra, Sauce, sino vivirás siempre desilusionándote y eso te hace mal. ¿Lo entiendes? Debes tomarte tiempo, Sauce. Yo se que te presionas a tí misma queriendo correr y resolver rápido las cosas, pero eres un ser lunar y como la luna tienes cuartos menguantes, cuartos crecientes, lunas nuevas y lunas llenas... Debes pasar por tus cuatro fases y analizarlas para tomar una decisión en firme, niña.
No corras, no hay prisa... La prisa no te conduce a ningún lugar bueno y te daña, corazón mío. No te presiones así, las respuestas vienen en su debido momento.Es como cuando aprendes a nadar... Al principio quieres bracear rápido para no sentir que el agua te ahoga, pero así sólo lograrás agotar tus fuerzas y hundirte cada vez más. Calma, niña, calma... No luches contra el agua, acéptala a tu alrededor y dejará de presionar tus pulmoncitos y tu garganta.Serena te mantendrás a flote, Sauce. No lo olvides. Confía en tí, y date tiempo para respirar y tomar fuerzas. Y escucha a todos, pero también escucha lo que tú les dices a los otros en cada una de tus fases, y cuando hayas cumplido tu ciclo analiza lo que dijiste en cada una, y entonces toma las decisiones, no antes. ¿Lo harás? -


- Prometo intentarlo, Nana, de verdad que prometo intentarlo, hasta que llegue el momento en que lo consiga.Gracias, Nanita, Preguntas y tú me habéis ayudado mucho. Y perdóname por haber cerrado los ojos del alma. - Le dijo Sauce.

- No, niña... Perdónate tú, pero trata de ver cuando los tienes cerrados... Por tí, porque sino sufrirás mucho, pequeña, y harás sufrir a los que te quieren porque no sabrán cómo ayudarte. -

Sauce se fundió en un abrazo amorosamente profundo con la Dama de los Mil Nombres a la que ella había llamado Nana, tratando de hacerle ver cuánta gratitud y afecto le tenía; y con un beso en la frente y acariciándole el cabello la Dama se despidió de ella.

Y así Sauce, volvió a emprender la marcha.



-Fin-

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